Nuestros orígenes se remontan a la lejana edad de piedra como lo confirman algunos hallazgos encontrados en las inmediaciones, pero es en el periodo calcolítico cuando tenemos los primeros datos documentados arqueológicamente sobre un poblado muy cercano a la ciudad, junto al río Adaja.
Es el primer testimonio de pueblos sedentarios, que ya no son cazadores recolectores, sino capaces de guardar semillas para la siguiente época húmeda a la vez que se alimentan de los animales más dóciles de su entorno; construyen sus casas de adobe y ramas recubiertas de barro. Es lo que se ha dado en llamar "la revolución neolítica".
Especialmente bella es su cerámica negra, generalmente lisa, aunque alguna tiene decoración de mamelones, de varios tamaños y formas, destacando los pequeños cuencos globulares espatulados de paredes finas. Junto a ella, otros instrumentos testimonian el modo de vida de estas gentes, como puntas de flecha y otros útiles cortantes minuciosamente labrados en piedra, hachas pulimentadas, molinos barquiformes de granito y cuentas de collar de adorno.
También restos de la fauna que servía de alimentación a aquellos pobladores, como astas de ciervo, defensas de jabalí y de otros animales. Está fechado el yacimiento de Arévalo-Don hierro en torno al 2500-2000 a. C., según el previo estudio de materiales que realizó el profesor Germán Delibes de Castro, de la Universidad de Valladolid.Bien pudiera ser de ese momento el primer asentamiento humano en el promontorio de nuestra ciudad antigua, excelente emplazamiento defensivo donde surgiría el primer castro.